1966, Madrid.
Durante el último periodo de creación de Patricia Mayoral, entre 2019 y 2020, podemos observar que sus obras han arrancado al paisaje las rocas de su entorno, transformándolas en extrañas figuras densas, pesadas y compactas, que flotan en un espacio inmenso y vacío, donde no hay nada. Sus obras muestras figuras que, como una crisálida, quieren ser pero no pueden. Las dota de viveza en un movimiento interior a veces lento y otras convulso, luchando por salir. A veces se intuye una figura humana derrotada, rota y desmembrada en la lucha interior (“Alimentando el alma”). Otras veces se siente el viento acariciando el granito, silbando entre sus grietas y suavizando la rugosa piel de la roca (“Dónde las caricias susurran”).
La artista descubrió la pintura a la encáustica, de la mano de D. Manuel Huertas Torrejón en sus años de estudiante en la facultad, convirtiéndose al final en el motor técnico de su obra, sin dejar de indagar en sus registro de texturas, veladuras y empastes.
En sus últimos trabajos se decanta por el uso del papel couché como soporte, con más o menos brillo y color, y el óleo como técnica consiguiendo que las formas floten mediante unos juegos de superposiciones y veladuras que arrancan de sus paisajes vividos y soñados.
