Barcelona, España, 1945
Las pinturas de Dominica son obras femeninas que dialogan con el espectador como una invitación para mirar y hacer preguntas.
Desde los intensos tonos rojos hasta el blanco y negro, cuelgan de las paredes en obras de acrílico sobre lienzo, mostrando las mejores obras en dos dimensiones de esta artista conocida especialmente por sus esculturas que juegan con la curva, el vacío y el espacio, y tomando como punto de partida la atracción del artista por la luz, el color y las cualidades efímeras del aire.
Los dibujos son observaciones personales de un mundo natural, marcado por un diálogo entre lo frágil y lo efímero y la musculatura volumétrica. El juego que hace curvas leves, dibujadas con lápiz, y las geometrías densas y opacas que marcan sus dibujos crea un espacio equilibrado.
